Carácter: el germen que fortalece el liderazgo en las organizaciones.

Carácter: el germen que fortalece el liderazgo en las organizaciones.

Tiempo de lectura: 4 minutos

¿Qué tan vital y trascendente es el carácter en el ser humano? ¿Cuanto valor utilitario tiene comprender su naturaleza y poder? Aquí se aspira a responder a estas interrogantes en un mensaje muy breve.

Con certeza lo es para todo individuo, por el solo hecho de ser persona, y muy en particular es valioso, para quienes asumen el cargo y la responsabilidad de ser dirigentes-líderes (actitud de Líder, y no con la actitud de Jefe) en las organizaciones humanas, donde debe trabajar como un equipo vigorosamente cohesionado, con el propósito de conseguir objetivos preestablecidos de interés común, en un ambiente laboral humano, armonioso, y logrando que mediante la libertad individual de dar de si, voluntariamente y sin temor, y si por amor, nos identifiquemos con el equipo humano, y nos comprometamos a buscar el bienestar colectivo, mas que la prioridad de satisfacer el interés individual.

El “poder” del carácter se expresa en la capacidad de influir y en erigir la conciencia de los demás, para inducirlos, a crecer y trascender como personas, es decir, “liderazgo”.

El dirigente – líder es aquel que cultiva conscientemente su capacidad para influir en otros, básicamente afirmándose y en atención, a su ascendiente moral, que procede de la edificación de su carácter. Carácter es obligarse a si mismo a hacer lo que es correcto, a pesar del precio que haya que pagar y cualquiera que tal precio sea. Es la fuerza y elevación de ánimo natural de alguien, su firmeza y energía que le da identidad y le distingue de otro. Es sujetar las pasiones a la razón, y mandar sobre las acciones propias.

En una organización (empresa, iglesia, hogar, otros) el carácter se manifiesta en conductas ajustadas a las normas y principios rectores de la organización, así como a la moral y a la ética.

Carácter no es, las actitudes de maltrato, rigor, severidad, sarcasmo, ironía, arrogancia, maldecir, tiranía, inclemencia, crueldad, dominación, humillación, adulación, obediencia ciega, acatamiento servil y explosiones emocionales. Todo esto es, en síntesis, grosería, degradación, falta o fallas de carácter. En conclusión, el atributo fundamental que distingue al dirigente-líder es su carácter, de allí que el dirigente-líder antes de mandar a los otros se manda a si mismo, se auto obliga a hacer lo correcto, él primero, y es así que, por su modo de obrar, se convierte en ejemplo que los demás siguen. Un buen modelo de dirigente-líder son nuestras mamás.

Por el contrario, el dirigente-Jefe (actitud de Jefe) sobresale por la degradación de su carácter. Él procura sustituir a la fuerza y sin el consentimiento de nadie, suplir el poder de influencia que da y nace del carácter, por la autoridad que emana del cargo, de su posición y estatus jerárquico, de su dinero, del hecho de ser propietario, de su sexo, de su imagen pública o cargo público, de su reputación, título académico, antigüedad en la empresa, vejez, relaciones y vínculos de amistad y políticas con otros núcleos de poder, o de un sin fin de circunstancias ajenas a su propio ser.

El fulano Jefe caracterizado previamente, desconoce e ignora que estas circunstancias son temporales, superficiales, efímeras, que son muletas, al que recurre el débil de carácter, y que no hay modo que inspiren ni fundamenten el ascendiente moral mínimo para dirigir al talento humano, una familia, una organización, un país.

En consecuencia, si no hay carácter no se tiene la habilidad y el poder de influencia y por ende la legitimidad para gobernar con justicia. Con la actitud soberbia y de arrogancia (ego e ignorancia) del Jefe, no se obtiene el ascendiente moral ni el sentido y significado de pertenencia a un equipo, orgulloso de si, con autonomía propia, que cumple con sus responsabilidades con mayor mística y productividad estando o no estando presente el jefe.

Para encontrar ejemplos, no hay que ir muy lejos, es suficiente mirarnos en nuestros adentros, y sin esfuerzo en el espejo de nuestra nación. El dirigente-jefe manda, para eso se es el jefe, o sea ¨el que manda¨. El Jefe no requiere de ninguna otra justificación, pues mandar hacia fuera a los demás es muy fácil, no hay que dar explicaciones ni razones porque impongo o compro la obediencia. Saben que es bien difícil, mandar hacia dentro y dominarse así mismo, y así, de tal modo obtengo la obediencia, pues hacerlo exige el carácter robusto que va edificando al dirigente líder.

El valor utilitario del carácter está ni mas ni menos en que nos permite, ante los retos, conocer quienes somos y no hay sustituto por la satisfacción que engendra saber quien se es, pues nos ahorra mucha energía en pretender ser lo que no se es (sifrinismo), usando caretas, actuando en un teatro en que obtenemos aplausos obligados, pero conscientes de las muchas dudas en nuestros adentros, y quizás muchas más en nuestros afueras, en aquellos a quienes dirigimos y que nos obedecen sumisos y obligados del rostro hacia fuera, pero rebeldes y resentidos.

Estas reflexiones posiblemente provoquen en algunos reproches y desvelos por las noches, pero bien vale la pena, pues las fallas de carácter no es una enfermedad, es carencia de voluntad y humildad (conciencia que no somos perfectos, pues nos creemos dioses, pero somos dioses que erramos). El ser humano tiene a su mano edificar su carácter. Totalmente de mí depende. Todos tenemos fallas de carácter. Todos somos sabios en el saber y estúpidos en el hacer. Lo que yo soy es el regalo de Dios para mí, lo que hago con lo que soy, es mi regalo para Dios.

One Comments “Carácter: el germen que fortalece el liderazgo en las organizaciones.
  1. jesus Lopez Polanco dice:

    Muy, muy buen artículo. Los reproches, si los hay; son de los ¨jefes¨. Los autoritarios y jaquetones de siempre: aquellos que se envanecen con una posición, con la complicidad o estulticia de quienes los han colocado en tan inmerecidas posiciones. Ciertamente, los lideres inspiran, son modelicos y ademas gozan de autoritas. Diferenciandose del que, con su arrogancia, se siente autoridad.

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