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“El hombre tiene corazón aunque no siga sus dictados”
Ernest Hemingway
1917- 1961
La vida es un palpitar, un hilo rítmico que puede ser lento, rápido, acompasado fielmente o con arritmias que denotan condiciones particulares.
Cada ser desde su llegada en etapa embriónica a la vida, posee y expone su propio ritmo con total libertad y según las fuerzas vitales que lo acompañan en ese momento. Estas señales únicas que despiertan esperanzas y alegrías, se evidencian auditivamente más temprano o un poco más tarde; pero lo seguro es que si hay palpitar, hay ilusión y hay vida.
Al escuchar esos sonidos parece que todo fuera posible, desaparecen fronteras, limitaciones, objeciones y se imponen las fuerzas que motorizan acciones no pensadas previamente. Desde este punto, la vida empieza a pintar los caminos a transitar y que según el ímpetu, formación, decisión y constancia cada paso dejará huellas para la humanidad.
El ritmo, su frecuencia, su claridad es parte de lo que empieza a caracterizarlo, se irá formando, complementando, ajustando al entorno, se acelerará en ocasiones, se tranquilizará también, pero siempre estará encendido como un reloj exclusivo de cada ser e individuo.
Pero resulta que cuando ya se tiene parte del camino recorrido, llega el momento cuando otros sonidos comienzan su aparición y buscan opacar en ciertas circunstancias la sonoridad originaria y la fortaleza de la génesis. Es allí cuando la personalidad adquirida por aprendizaje o asimilación, complementa y le da carácter a ese palpitar.
Intentemos pensar aunque deberíamos hasta buscar recordar, la esencia de nuestro palpitar personal, ese que despertó vida y que fue tomando su ritmo y frecuencia, su fuerza sonora y también reconocimiento de sus límites. En ese momento estaremos brindando al mundo nuevas posibilidades, aportaremos importantes granos de arena a las opciones de hacerlo mejor, participaremos en iniciativas que trascenderán en lo positivo y con todo ello, el sonido de palpitares diversos, diferenciados y únicos por sí mismos, pero que en su agregada sumatoria, lograrán proporcionar una polifonía definitivamente mejor.
Si alimentamos y respetamos los sonidos puros que nos rodean, pero sobre todo el que pueda estar presente en nuestro interior con su frecuencia y ritmo personal, lograremos más fuerza ante sonidos disonantes como por ejemplo el provocado por las armas y las injusticias, destacando los sentidos positivos y dando rienda suelta a pensar que así como la vida es un palpitar, el mundo también es un palpitar.
Estas líneas pueden resultar familiares para todo emprendedor y seguro muchos tendrán sus propias analogías, pero el aporte que se pretende destacar es el de invertir en el equilibrio en todo momento, partiendo de lo que somos, de lo que tenemos en nuestro espíritu y sin omitir la lógica y las realidades, potenciar lo que escuchamos desde el palpitar más interno de nuestra esencia y corazón.
MBA – IESA
Negocios Internacionales – IE
Business Consultant
Emprendedor