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«Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco, negro, judío o musulmán. Me basta con saber que es un ser humano»
Walt Whitman (1819-1892)
Poeta, enfermero voluntario, ensayista,
periodista y humanista estadounidense.
Existen momentos y eventos que parecen tener la fuerza magnética de atraer alrededor de sí mismos, los sentimientos más fuertes que la humanidad pueda generar. Muy lamentablemente y como un ejemplo reciente y referencial, hace un poco más de dos años, se evidenciaron al máximo nivel los sentimientos de temor y angustia debido al Covid 19 y su impacto global.
Pero en este momento histórico del 2022 y en una época del año fuera de lo tradicional para este particular evento, e impregnado de todo tipo controversias, tendrá a Qatar como país anfitrión para la Copa Mundial de Futbol, es decir el torneo de naciones del llamado «Deporte Rey» por primera vez en un país árabe y mayoritariamente de religión musulmana.
Desde 1930 se ha desarrollado en 21 ocasiones este evento y el nivel de atracción de masas es tan elevado, que según algunas cifras de la FIFA (ente rector de la disciplina a nivel mundial) solamente en el Mundial de Rusia 2018, se promediaron 190 millones de espectadores por cada juego realizado, 3.572 millones de personas lo disfrutaron por TV y/o alguna plataforma digital, y la final entre Francia y Croacia, alcanzó la audiencia de 1.120 millones de seguidores.
Ante este éxito logrado por Rusia en el 2018, la FIFA y la organización anfitriona de este 2022 en Qatar, declaran que su proyección es superar la barrera de los 5.000 millones de audiencia en esta nueva cita.
Los números de audiencia evidencian la altísima aceptación y seguimiento que se realiza a este deporte, a sus equipos, a sus atletas y a sus aconteceres, por personas de cualquier latitud del mundo, de todos los continentes, de cualquier religión, de las diferentes ideas políticas, de cada tendencia sexual y hasta por los distraídos, no propensos a los deportes o detractores, los cuales tendrán seguramente su dosis de «¨futbolmanía» en las semanas de competencia.
Es igualmente un escenario donde tradicionalmente siempre ha predominado la alegría del deporte como expresión humana de fraternidad, la euforia por las presentaciones y encuentros de los mejores exponentes de la disciplina, la manifestación de pasión desenfrenada de los seguidores y hasta la necesidad en ciertos países, a los que no les queda otra opción que detener sus actividades formales para ver y «sufrir», por el desempeño de sus connacionales que se esfuerzan por representar los colores de su país y alcanzar el triunfo.
Para lograr la meta propuesta en Qatar, parece que los organizadores no han escatimado en sus esfuerzos y más allá de sus hermosos y modernos estadios, así como la impecable infraestructura del país y las iniciativas caritativas prometidas post evento; grandes manchas desde la génesis permanecerán en la historia y algunos recordarán no amablemente a Joseph Blatter, quien en su momento cuando ejercía el rol de Presidente de FIFA, asignó la sede a Qatar para el 2022 en medio de una ola de supuestos sobornos, teniendo que afirmar posteriormente, que esa selección de país sede había sido un error.
Un sin número de medios, grupos activistas y críticos independientes, están presionando en cada aspecto donde consideran que se afectan los derechos de ciertos grupos de personas que poseen preferencias individuales con bajos o nulos niveles de tolerancia en el país anfitrión. Ante eso, los organizadores han respondido y dicen garantizar que todas las personas son bienvenidos sin importar sus tendencias personales, pero deberán regirse a un listado de normas definidas y difundidas.
Sin duda, la mayor fiesta del mundo se desarrollará en un ambiente conservador y por ende, tendremos durante todo el evento la inevitable curiosidad de conocer cómo será el resultado de cada celebración individual o colectiva y la correspondiente acción o reacción, de los entes encargados de hacer cumplir las mencionadas normas.
En resumen, si cada quien cumple con sus deberes, todos los aspectos vinculados a los derechos humanos individuales y que requieren de mínima tolerancia a la diversidad en general, no deberían ser silenciados en este nuevo torneo mundial, aunque también es muy posible que la euforia humana que acompaña al futbol y la necesidad de aprovechar algo de distracción y alegría sobre todo en carácter retroactivo debido a la pandemia reciente, deje a ese lote de temas rezagados para que no sean el «agua fiesta» de la jornada.
Suerte a todos y que la fraternidad sea la campeona.
MBA – IESA
Negocios Internacionales – IE
Business Consultant
Emprendedor