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De la producción centralizada a la producción en cadenas de valor fragmentadas
El ¨parte aguas¨ que ha significado el COVID 19 seguramente dejará su huella en los patrones tecno económicos empleados para la producción de los bienes y servicios que consume la Aldea Global.
La Revolución Industrial impuso la fabricación de bienes en grandes instalaciones evolucionando luego hacia una dispersión cada vez más fragmentada de unidades de producción ubicadas en distintos países, bajo el imperio de las sacrosantas leyes de la economía de las ventajas comparativas y competitivas.
Gracias a la globalización se han conformado las llamadas cadenas de valor regionales y mundiales en donde un producto cualquiera, después de una travesía de sus distintos componentes por diferentes países, llega a manos del comprador final.
La fragmentación geográfica de la producción ha tenido un doble efecto de impulsar, por un lado, una desterritorialización del Estado al ser este “invadido” por inversionistas que demandan soberanías locales, por ejemplo las encarnadas en las muy populares Zonas Económicas Especiales, y, al mismo tiempo, la fragmentación convierte a los territorios locales y regionales en eslabones que compiten ferozmente entre sí para crear empresas, aunque sean maquiladoras, e intentar desarrollos socio productivos.
Consecuencias de la fragmentación física de la producción, intensificada por la ola globalizadora de los últimos cuarenta años, productos emblemáticos como el iPhone de Apple requiere el concurso de alrededor de treinta países y la coordinación sincronizada de doscientos proveedores. Otro ejemplo de la fragmentación de la producción lo tenemos en los aviones, los cuales se ensamblan a partir de diferentes piezas y componentes fabricados en distintos lugares del planeta.
Una expresión comercial de este patrón de dispersión geográfica de la manufactura, está representada en el valor de las exportaciones de los llamados bienes intermedios que según estudio de la Organización Mundial del Comercio – OMC y la agencia japonesa JETRO1, alcanza más del cincuenta por ciento del comercio mundial, exceptuando el comercio de los combustibles.
¿Después del coronavirus, seguirá vigente la fragmentación de la producción?
La globalización que se topa con el COVID 19 llegó a imponer una comercialización más de tareas que de mercancías, pero que igualmente son ejecutadas en territorios dispersos en la geografía mundial. El comercio de tareas, un concepto acuñado en el 2008 por los profesores Gene M. Grossman and Esteban Rossi-Hansberg de la Universidad de Princenton2, vale la pena considerarlo en las estrategias de inserción en cadenas de valor regionales.
Si bien las tareas de menor calificación fueron las primeras que se deslocalizaron, por ejemplo, hacia China, a la larga ellas empoderan tecnológicamente a los países maquiladores, si estos logran articular esfuerzos de industrialización adecuados por parte del Estado, las empresas y la academia.
En la era digital, la fragmentación de las cadenas de valor se ha extendido desde la manufactura hasta industrias de conocimientos y al respecto son encomiables los esfuerzos de Colombia, Costa Rica y Panamá que de la mano de la Unión Europea, las Naciones Unidas y la CEPAL impulsan el fortalecimiento de la cadena de valor de la animación digital en Manizales (Colombia)3
De cara a la nueva realidad engendrada por el COVID 19, surge la legitima pregunta acerca de si el patrón de fragmentación productiva continuará su marcha o si se producirán reorientaciones que eventualmente conduzcan a una nueva deslocalización industrial, con el retorno de empresas que antaño se asentaban en países hoy desindustrializados o bien concentrándose los eslabones productivos en menor número de países.
La formación digital y la territorialización como elemento transversal en la producción
Motivaciones para el nuevo orden mundial en materia de fabricación surgen al ritmo de los neoproteccionismos que se aprecia en algunos países desarrollados que han sentido que, si bien la globalización les ha beneficiado de los salarios bajos de los pueblos pobres, agentes sobrevenidos como el COVID 19 los dejan desnudos y vulnerables.
Sustitución de importaciones, soberanía, seguridad y defensa, términos que se consideraban obsoletos en los países desarrollados, hoy vuelven a las agendas públicas y las decisiones que aquí se adopten, configurarán un nuevo patrón de territorialización, o reterritorialización, de la producción que, a su vez, repercutirá en la competitividad de las empresas de los países, determinando perdedores y ganadores en el nuevo barajo resultante.
Convergen los estragos del COVID 19 con las tendencias arraigadas con y por la globalización, destacándose en esta la digitalización transversal a los distintos ámbitos de la humanidad, siendo de esperar que si bien esta no se detendrá, si son presumibles cambios en sus modalidades y en los ritmos de difusión y expansión en los distintos países, amén de nuevas demandas surgidas al calor de la pandemia, por ejemplo, nuevas modalidades de teletrabajo, telemedicina y servicios digitales hasta ahora impensables.
Pero la desterritorialización no es solo para la producción de bienes o servicios susceptibles de fragmentarse o “irse a las nubes”, sino que, en la mismísima agricultura, algo tan esencial para la humanidad, también encara restricciones derivadas del COVID 19 por lo que tendrá que acentuarse y acelerarse la digitalización de muchas de sus actividades.
Al igual que ocurrió en antaño con las máquinas de la Revolución Industrial, nuestros campesinos, productores y profesionales del campo tendrán que asimilar las enormes posibilidades que abre la digitalización. Por lo pronto dejemos constancia que además de los servicios de apoyo asociados a información, meteorología, mercados, etc. ya existen las llamadas empresas ¨agrotech¨, equivalentes a las ¨fintech¨ del mundo de las finanzas, orientadas a buscar digitalizar cada vez más la actividad primaria agrícola.
Las agrotech en los países pobres tendrán que dejar de ser ¨aves raras¨ para convertirse en agentes capaces de impulsar saltos adelante en el mundo agrícola. Los cultivos aeropónicos digitalizados, cultivos sin suelos, granjas inatendidas como las celdas de manufacturas automatizadas, y un sinfín de aplicaciones, sin mencionar la inteligencia artificial, coparán las agendas de los productores agroindustriales.
Para los países industrializados o los líderes emergentes como China la digitalización es algo ya internalizado en las sociedades y en particular en sus entramados económicos. En nuestros países latinoamericanos la tarea es inmensa por lo que apremia educarse en modo digital. Para hoy es tarde la cruzada educativa digital.
REFERENCIAS
1 2011: Organización Mundial del Comercio- IDE JETRO Pautas del comercio y cadenas de valor mundiales en el caso de Asia Oriental: del comercio de mercancías al comercio de tareas.
https://www.wto.org/spanish/res_s/booksp_s/stat_tradepat_globvalchains_s.pdf
2 American Economic Review 2008, 98:5, 1978–1997
http://www.aeaweb.org/articles.php?doi=10.1257/aer.98.5.1978
3 L. Peralta Quesada y O. J. de Groot, “Fortalecimiento de la cadena de valor
de la animación digital en Manizales (Colombia)”, Documentos de Proyectos (LC/TS.2020/22), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2020.
Ingeniero Industrial
(1972, Universidad de Carabobo, Venezuela)
Maestría en Administración de Empresas
(1986, Instituto de Estudios Superiores de Administración, IESA, Venezuela)