La encrucijada para la economía social de mercado

La encrucijada para la economía social de mercado

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Permanente dilema sobre el equilibrio entre los social y lo económico

Entre los múltiples dilemas que ha traído la pandemia COVID 19 está el balance entre lo social y lo económico, rudamente simplificado en las decisiones individuales que se encaran de si quedarse en casa para disminuir los riesgos de contagio o si se retan las restricciones impuestas por los gobiernos para salir a ganarse el sustento.

Siendo invisible el coronavirus, disruptor sobrevenido desde finales del año pasado, no es posible sentirlo sino cuando aparecen los síntomas, por lo que cada quien que sale de su hogar se la juega en el casino construido por el COVID 19.

Ha sido inevitable la politización de las medidas de prevención y de ataque a la pandemia y, dentro del debate que ello conlleva, aparece el tema de la orientación de las economías, algo que por supuesto se debate desde los albores de la humanidad pero que el coronavirus en su arrollar transversal de la vida lo ha colocado como tema obligado en las agendas públicas de todos los países.

Crisis sanitarias ha tenido la humanidad en el pasado y seguramente habrá otras en el futuro, pero lo que sí es inédito es el impacto económico del COVID 19. Crisis económicas también ha habido y habrá, pero las secuelas sanitarias de las mismas, que también las hay, no se hacen visibles como las secuelas económicas que nos ha traído el coronavirus.

Muertes directas durante y después de crisis económicas ha habido, pero muertes súbitas de empresas y con ellas puestos de trabajo no la trajo el cólera o la peste negra, a tenor de las reseñas de historiadores.

El COVID 19 abre entonces un período para la historia de la humanidad al obligar a decidir con qué orientación económica se enfrentarán sus consecuencias. A quiénes salvar y cómo hacerlo fueron y son decisiones que los médicos afrontan cuando son desbordados por enfermedades como el coronavirus.

Como lo reflejara la Doctora Elizabeth Zapata en su artículo En tiempos de coronavirus quién vive y quién muere (*) en situaciones críticas de recursos y demandas de soluciones los médicos deben decidir, como jueces improvisados y sin mayores dilaciones, a quién atender primero y resultado de ese proceso caótico quedan unos vivos y otros muertos, algunos de los cuales pudieran seguir vivos si hubiesen habido suficientes recursos, entre ellos médicos, o si la enfermedad hubiese podido esperar un tiempo más antes de acabar con la vida de los pacientes.

Ya habiendo cruzado la mitad del año 2020, es evidente que al lado de vidas humanas perdidas hay empresas perdidas también y, al igual que la sociología nos ayuda a especular sin escándalo, no es aventurado decir que más son los pobres que pierden la vida por el coronavirus que los otros estamentos sociales.

Los pobres deben salir de la casa por la necesidad de buscar la vida vía el sustento económico y en lugar de ello, o junto con ello, consiguen la muerte pues son contagiados y a veces ni se enteran de qué murieron. Iguales consideraciones sociológicas se pueden hacer en la mortalidad de empresas por causas del COVID 19 no siendo irresponsable inferir que son las pequeñas y medianas empresas, en particular las formales, las que más sufren de la interrupción abrupta de los circuitos económicos. Sin proveedores ni consumidores se ven en estado de “coma” y buscan desesperadamente sus dueños gerentes o bien reinventarse o esperar que las instancias gubernamentales hagan algo por salvarlas.

Si algo ha desnudado el COVID 19 es la estructura real de la economía, la cual venía desde antes de que él surgiera, padeciendo de un agotamiento en su tasa de crecimiento. Tal y como lo registra el Banco Mundial (ver gráfico), el sacrosanto indicador del Producto Interno Bruto, PIB, en lo que va del siglo XXI viene acusando, en el ámbito mundial, un crecimiento porcentual interanual (2,94%) menor al registrado en los últimos cuarenta años del siglo pasado (3,77%).

¿Cuánto de lo social y cuanto del mercado en el post Covid19?

Con el pronóstico de julio de este año de una contracción del PIB mundial del 5,9% no hay manera de eludir la discusión de cómo reconstruir la economía interrumpida por el coronavirus. Y en esta discusión abierta, presente en los distintos países, al margen de la orientación ideológica y de las preferencias sociales de los gobiernos y sociedades, la nueva normalidad post COVID 19, a la cual eventualmente se llegará, reflejará cuánto social y cuánto mercado tendrá la economía en los tiempos por venir.

Arriesgándome a las críticas de los expertos me atrevo a ilustrar el dial indicador de la economía con dos extremos y un intermedio entre ambos:

a) economía social en donde lo preeminente es lo social (no confundir, por favor, con economías socialistas que son o capitalismo de Estado o capitalismo cooptado por sectores o grupos sociales que invocan lo social como propósito más legitimador que auténtico)

b) economía de mercado y

c) entre las anteriores, la popularizada por los alemanes como economía social de mercado.

Me pregunto si habrá después del COVID 19 una economía de mercado social. Por ahora, digamos que la economía social de mercado es lo suficientemente sugerente ante el contexto del coronavirus pues se anhela, con justificadas y sobradas razones, construir una nueva normalidad en donde haya garantías sociales al menos en el ámbito sanitario, y, al mismo tiempo, se procura disponer de una producción de bienes y servicios que a la par de darle el sustento a la gente por medio del trabajo permita obtener los recursos para las inversiones y gastos sociales.

Ahora, las economías basadas en lo social no existen como tales e incluso en las economías de mercado con espacio para la llamada economía social esta no llega a pesar, en el mejor de los casos, a un 10 o 15 por ciento del PIB. Y por lo que se puede apreciar del actual debate económico en la mayoría de los países no creo que sea lo que surgirá del COVID 19.

Las economías de mercado, con diferentes grados de intervención y cohabitación con el Estado, es abrumadora su presencia en la Aldea Global. Por su parte, la economía social de mercado encuentra en Alemania su mejor exponente por lo que vale la pena revisar sus guarismos tanto en lo social como en lo económico.

Mirando de nuevo las estadísticas, desde 1971 cuando el Banco Mundial registra las cifras de lo que hoy es Alemania, el PIB ha crecido por debajo del promedio mundial. En el 2018 Alemania creció apenas 1,52 por ciento y en el 2019 bajó a 0,56 % y aun cuando sigue siendo la locomotora económica de Europa, la crisis sanitario-económica del 2020 con severos estragos en el sur de Europa, más el Brexit (La salida del Reino Unido de la Unión Europea, 31 de Enero del 2020), más los conflictos con Trump recargan las demandas y está por verse muy pronto si el Mittelstand (un tipo de empresa industrial en países de habla alemana)puede seguir siendo la bandera del país que ha protagonizado como ningún otro país las dos guerras mundiales.

En indicadores sociales la economía social de mercado exhibe evidentes fortaleza:

a) el 75% de las personas de 15 a 64 años tienen un empleo remunerado, (OCDE: 68%)

b) 87% de los adultos han terminado la educación media superior (OCDE: 79%)

c) 91% de satisfacción con calidad del agua (OCDE: 81%)

d) 76 % de participación electoral (OCDE: 68%)

e) los alemanes ganan 47 585 USD al año de media, (OCDE: 43.241)

Por si interesa el dato para la debida reflexión en Alemania hay 3 millones de empresas, de las cuales 90 por ciento tienen menos de diez empleados lo que indica que hay 40 empresas por cada mil habitantes y 8 en cada kilometro cuadrado. ¿Envidiable?: definitivamente sí.

Hay que escribir más sobre esto. Lo prometo.

REFERENCIAS:

(*) https://catalejovirtual.com/en-tiempos-de-coronavirus-quien-vive-y-quien-muere/

https://data.oecd.org/

https://www.bancomundial.org/

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