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El camino a la felicidad no existe, la felicidad es el camino.
Juan Pablo II
En la mayoría de los textos, la resiliencia se describe como esa capacidad del ser humano de sobreponerse a las adversidades, incluso apelando a fuerzas extraordinarias.
En una oportunidad recuerdo que leí un concepto que hasta el día de hoy jamás he olvidado. Decía que la persona verdaderamente resiliente termina siendo mucho más fuerte luego de la situación de dificultad.
Desde que lo descubrí me encanta tenerlo en mente y me siento profundamente identificado por ser uno de esos tantos venezolanos resilientes, que luego de cada reto que nos toca atravesar terminamos por descubrir fortalezas que ni nos imaginábamos tener y aprendemos herramientas para sobreponernos ante las dificultades.
A pesar de todo el contexto que vive mi país ahora en medio de la pandemia, seguimos aprendiendo día a día y tratamos en lo posible de conservar la mejor actitud posible para seguir sonriendo, amando y viviendo de la mejor manera; cualidad que nos ha costado incluso burlas por parte de otros ciudadanos del mundo o incluso de hermanos venezolanos que han decidido emigrar. Y es que no entienden cómo podemos seguir celebrando y disfrutando de lo que nos regala la vida en nuestro hermoso país.
Reconozco que es difícil comprender esto sin ser venezolano, o por lo menos latinoamericano, ya que nuestras raíces nos invitan siempre a eso, a ser personas alegres. Por eso me permito resumir algunas de las grandes enseñanzas que me ha dejado el ser latino y que me permiten decidir cada día de mi vida ser feliz.
La primera lección es que existen muchos factores que no dependen de mí y lo que no depende de mí simplemente se lo dejo a las personas que sí tengan esa responsabilidad. Por ejemplo, muchas veces nos preocupamos y angustiamos por problemas que no nos competen y que incluso así queramos no podríamos modificar.
Como no tenemos mayor incidencia sobre esas situaciones, sean las que fueren, al perdurar el problema o incluso agravarse la problemática, si no aprendemos a soltarlo esa situación nos genera un malestar que va creciendo con el tiempo, al punto que puede terminar transformándose en algún malestar de salud, en especial las personas que somatizan con cierta facilidad.
Otra gran lección que me ayuda a tomar la decisión de ser feliz es decidir qué regalo recibir y que no. Hoy en día a pesar de la escasez de medios tradicionales y libres en mi país, la gran mayoría tiene acceso a las redes sociales y casi cualquier información a través del internet. Pero, como siempre digo, nosotros debemos aprender qué información recibir y que no, porque las redes sociales a pesar de que son hoy en día una herramienta extraordinaria para estrechar las distancias alrededor del mundo, también son una ventana que nos ayuda a desdibujar de forma muy rápida la diferencia entre el “mapa” y el “territorio”.
Es decir, si nos paramos frente a un bosque inmenso, pero solo observamos uno de sus árboles, con mucha probabilidad vamos a tener una perspectiva muy sesgada sobre la realidad. Lo mismo pasa con las redes sociales, en especial porque cada quien tiene el poder de “seguir” únicamente las cuentas que desea seguir, pero no necesariamente accedes a la información que te permita tener una óptica 360 grados sobre alguna situación en específico.
Por todo ello debemos tener siempre presente que poseemos la capacidad, el derecho y también el deber de decidir si lo que vemos, escuchamos o leemos lo tomamos como un regalo o simplemente lo desechamos.
Un día a la vez
Uno de los aprendizajes más grandes que he tenido en este tiempo es que debemos vivir el presente por sobre todas las cosas. En especial teniendo en cuenta que la mayoría de las personas desarrollamos una capacidad enorme de vivir en el pasado, extrañando y añorando momentos que ya no van a volver. Esto genera una profunda depresión.
Hay otros que desarrollan la costumbre de vivir pensando únicamente en el futuro, lo que les genera una gran ansiedad por estar siempre anticipándose a lo que va a pasar.
Esa es la lección por excelencia que nos dejó a la población del mundo entero esta pandemia que nos ha tocado vivir durante el año 2020. Muchos habíamos construido planes, otros habían generado unas expectativas enormes sobre lo que se lograría este año y de un momento a otro las prioridades cambiaron.
Recuerdo que antes de la pandemia yo siempre invitaba a las personas a vivir un día a la vez, y daba el ejemplo de que hay personas que están en navidad pensando en carnavales, luego en carnavales pensando en semana santa, después están en semana santa pensando en agosto, y cuando llega agosto vuelven a pensar en diciembre. Sin darse cuenta se les esfuma el año entero como agua entre los dedos y no se permitieron disfrutar ninguno de esos momentos.
Precisamente esas son las personas que yo digo que no toman la decisión de vivir, sino que se limitan a existir. Vivir no es tan solo el hecho de respirar, comer y trabajar. Vivir es una decisión que se toma a diario, una posibilidad de hacernos consciente de todo lo maravilloso que nos rodea. Requiere que nos enfoquemos en lo mucho que tenemos y menos en lo que nos hace falta.
Vivir es reír, amar, apreciar a las personas que están a nuestro alrededor. Vivir es amarse a uno mismo con locura, regalarse obsequios que quiera ese niño interior, el que te pide en un momento cualquiera un helado, o ir al cine o comer algo delicioso que lo haga sentir pleno.
Vivir es escuchar la música que te gusta y cantar sin importar cómo suenes. Es bailar si te provoca o simplemente dormir si prefieres. Vivir es leer un buen libro y sumergirte en esa historia casi como si tu fueras el protagonista.
Vivir en mi caso también es escribir sobre algo que haya leído o visto, o también simplemente escribir sobre algún sentimiento o algo que pase en mi entorno, reviviendo cada emoción desde lo más profundo de mi ser y agotando todos mis recursos para lograr transmitir la emoción a través de mis letras a todas las personas que puedan leerlas. Incluso me emociona saber que les estoy escribiendo a ustedes aún sin conocerlos. A partir de este momento comenzará una conexión especial y emocional entre nosotros.
Vivir es reunirse con unos amigos sin motivo alguno y compartir una comida. Es jugar en familia y disfrutar de los mismos chistes de siempre. Vivir es estar con ese ser amado y sentir que el tiempo pasa tan rápido que no te das cuenta porque disfrutas de ese torbellino de emociones que pudieron sentir juntos.
Todo esto, para mí, es vivir el presente. Definitivamente cada día me convenzo más de que ha sido un aprendizaje muy valioso que me permite tomar la decisión de ser feliz, independientemente de lo que esté viviendo.
NOTA DEL EDITOR: Desde el presente y con mucho entusiasmo, le animamos a leer el complemento de estas reflexiones de Luís Thielen en la edición de Catalejo Virtual que será publicada el mes de Enero 2021.
Imagen principal por Marc Najera de Unsplash
Ingeniero, Magister en Gerencia Industrial
Coach Empresarial y Especialista en el área de Calidad
Asesor Organizacional
Profesor de Postgrado y Conferencista
https://luisthielen.com