Mi nona Genara, sus métodos contables y de evalúo de proyectos.

Mi nona Genara, sus métodos contables y de evalúo de proyectos.

Tiempo de lectura: 6 minutos

Ing. Carlos Contreras Oballos
caco47@gmail.com.

Enseñanzas y reflexiones.

A los fines ilustrativos para el curso de evalúo de proyectos de la escuela de ingeniería en sistemas, traigo a mi memoria la siguiente historia, que paso a narrar:

Mi nona Genara, que en la paz del señor descanse, tenía sus particulares métodos para evaluar sus proyectos, de llevar la contabilidad y establecer los criterios que nos permite comprender la distinción entre valor y precio. Permítaseme que describa sus métodos para distinguir entre valor y precio, y de lo que fue su sabiduría, o su claro hacer y entender de lo que es la contabilidad, la ingeniería del valor y de la evaluación de proyectos, y las aplicaciones que de ellos hacía.

A mi nona la recuerdo, no tanto por el amor que inspiraba en mi nono, ni en nosotros sus nietos; sino por el temor que todos le teníamos, debido a su estricto control que sobre nosotros y sobre su mundo económico ejercía. A pesar de que ella de que de teoría de evaluación de proyectos, de valores y precios nada sabía, así como del modo de como sacaba sus cuentas, pues de letras, poco entendía, y que para criar a la familia, hasta una pulpería tenía, y de libreta de contabilidad, de una pared se servía, pues sobre ella escribía: La marrana que parió, la fecha que el verraco la montó y por tanto cuando pariría, cuantos puerquitos nacieron, cuantos se criaron y cuantos murieron, cuantos obreros cortaron trigo, cuantos recogieron arvejas, cuantos trillaron el trigo, cuantos araron en el barbecho, cuantos palearon papas, cuando se preño la vaca y con qué toro se preñó, en fin, que era lo que mi nona no anotaba, pues todo iba escrito a lápiz o con el carbón de un tizón en las partes semi-blancas que dejaba el hollín en la pared de la cocina, o de su pulpería. Así mismo agregaba una cuenta aquí, otra más allá; cuanto se llevó fiado don “Fulano” y cuanto le debo a “Sutano”. Así tenían sus deudas y acreencias, activos y pasivos, inversiones y cuentas por cobrar sobre la pared, que era su “chuleta recordatoria” que representaba y manejaba como su libro de contabilidad.

Pues bien, a la pared recurría y esta le decía si tenía o no con que pagar, a que “Fulano” no le debía fiar o cobrar, que si la vaca barcina ya estaba a punto de parir, que los puerquitos que tuvo la marrana, están a punto de ser destetados, que si estamos en luna llena, cuarto menguante, cuarto creciente o luna nueva, y por tanto, si es la época apropiada para cortar los carruzos, capar el novillo, hacer la siembra o hacer el nido para que la clueca saque los pollos, recoger la cosecha, si la papa estaba a punto de arrancar y así, en fin, se resumía su contabilidad y evaluación de sus proyectos. Como caja usa un extremo de su pañuelo en el cual envolvía y anudaba el sencillo, las puyas, lochas, medios, reales, bolívares, pesetas y fuertes y dicho pañuelo lo usaba para proteger la cabeza o haciendo un rollo lo colocaba dentro de su sostén de los senos.

Su contabilidad, también era la historia de la economía familiar, como de los proyectos a realizar, narrada en cuentas y en anotaciones en que planificaba las tareas por hacer, adelantándose a lo que debía hacer para realizar sus proyectos. Evaluaba con cuanto empecé, cuanto necesitaré, y después de varios meses, cuanto ganaré. Que cosas necesitaré para la próxima cosecha de trigo, de arveja, de maíz o de frijol. Cuantas cajones de semillas de esos productos necesitaré, a quien se las compraré, y cuánto dinero debo tener, en que terrenos las sembraré, cuantas yuntas de bueyes y jornales ocuparé; que mercado necesitaré comprar para dar de comer a los obreros, en que fases de la luna voy a sembrar, a deshierbar, así como también, en qué fase de la luna es apropiado sembrar o cosechar. Así mismo, en su contabilidad y control de sus proyectos, no olvidaba anotar en que meses iba a llover, según la predicción que obtuvo cuando colocó los doce granos de sal el 31 de diciembre por la noche y que le permitió pronosticar en que mes iba a llover o iba a hacer verano según en esa noche fría, el grano amanecía humedecido y derretido o seco, de tal modo que este pronostico del tiempo le guiaba dada dicha información para tomar la decisión correcta de cuando proceder a arar para luego sembrar y aprovechar en conjunción con las fases de la luna, la mejor época que garantizara el máximo rendimiento y productividad. Esa era, ni más ni menos su evaluación de proyectos, la determinación de los costos de producción y en síntesis, su contabilidad. Pero es más, esta contabilidad y evaluación de proyectos, era obligatoriamente actualizada de modo anual, ya que por cada navidad, el cotudo “Lino” a la pared le aplicaba brochadas de cal para sacar la suciedad y la acumulación de hollín y para crear un espacio que le permitiera a mi nona abrir su nuevo cuaderno de contabilidad para el año venidero.

En el aspecto financiero, contaba con los créditos que los obreros, en sí mismos les daban, pues les pagaba al final de la cosecha o les pagaba con fichas hechas con las tapas de las latas de cerveza malta que luego en el fin de semana intercambiaba cuando les vendía víveres en la pulpería que ella tenía o con el trueque de mano de obra por comida, o por jornales de labor. Mi abuela de tasas de interés y de inflación no conocía, ni esos conceptos eran objetos de su atención, pues ciertamente, en esa época no existía devaluación.

Las cuentas iniciales de año nuevo eran resumidas en la porción de pared recién pintada según lo que ella pudiera recordar. Así era mi nona en esos menesteres de evaluación de proyectos y contables, a pesar de ello, nada se le escapaba que no fuese apuntado en la pared, y además ella estaba clara en lo referente a la distinción entre precios y valor, ya que es la pura verdad, que los precios de la pared no salían ni la contabilidad los imponía, pues poca influencia tenían lo que se hubiese gastado, ya que ella, el precio de un bien o de un servicio dependía del regateo, de la oferta y la demanda, de la simple oportunidad, de las circunstancias y de la necesidad del vecino, de las relaciones familiares o de amistad, de los favores debidos, de los estados emocionales o de las pretensiones, intereses u obligaciones que mi nona quisiera establecer con el potencial cliente que le venía a comprar, y si era de contado o fiado. Por ejemplo, la carne del cochino de la res era secada al viento o se ahumaba en el zarando colocado colgando arriba de la cocina de leña adjunto a donde se ahumaban los quesos, y allí duraba algunos días, y de allí se cortaba en las porciones en que se vendía. Pero, el precio dependía, si era para mí tía y entonces mi nona decía “-Para mi hija Isolina, el precio será de un medio la libra, pues su marido no es maluco conmigo“, y luego, sin hacerlo notar, le cargaba ese descuento al precio de la carne que en ese mismo momento, compraba don fulano, y entonces, la onza ya no era a medio, sino a real y medio, pues según ella, el tal fulano tiene bien como pagar. Por lo demás le explicaba y justificaba su precio que si la comida de los animales es muy cara, o que si compró el animal muy caro y así sin chistar, don fulano pagaba. Si el que venía a comprar era su ahijado, mandado por su comadre, le regalaba una porción de costilla, pero le cobraba el tocino; si el que compraba era el cura del pueblo, entonces había que regalar la carne como una contribución a modo de diezmo. Si pasado dos o tres días y carne llegaba a quedar, entonces había que continuar humeándola, entonces en el zarando se secaba al calor del humo de la cocina, donde adquiría la sazón según el tipo de leña. En otras oportunidades, y según la disponibilidad de sal, el proceso industrial era el salado de la carne; pero, en fin, con el transcurrir de los días, la carne iba valiendo un poco menos, pues era la podredumbre, la que decía cuanto valía la misma ese día.

Otro tanto y de forma similar ocurría con los precios del queso o de la mantequilla que también del zarando pendían. El queso fresco, recién hecho y con mucho suero tenía un precio; el queso ahumado era más caro. Así mismo, el precio era establecido cuando el queso era apartado por algún vecino, pero si alguien ofrecía un precio adicional, ella lo vendía y si quien lo apartó, no aparecía. La cantidad de queso producido dependía de la época, si era verano o invierno; de la raza de la vaca, pues algunas razas lo producían leche con mayor grasa o si la vaca era pastoreada o alimentada con alimentos procesados industrialmente o con pastos; o si el ordeñador se descuidó y los becerros mamaron, o si por mal manejo, la leche se apichó o se derramo en el fogón, o si el cuajo era artificial, con pastillas o el cuajo era natural, obtenido del estómago de la res.

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2 Comments
  1. José Humberto Vivas C. dice:

    «Mi nona Genara», es un recordatorio y una prueba fehaciente que la sabiduría se adquiere con la experiencia del día a día y que es insustituible para aspirar a conquistar horizontes más amplios en el caso de los negocios. Es admirable como personas sin conocimientos teóricos y solo basándose en la disciplina y organización personales pueden cumplir con suficiencia la gestión de sus intereses. Si a eso agregamos los conocimientos teóricos tenemos al perfecto emprendedor. Gracias por traernos esa historia tan vigorizante en estos tiempos de precariedad.
    José Humberto Vivas C.

  2. Todo esta en el ingenio de las matemáticas y la lógica del saber . Registro a lápiz y vivir del ciclo día sol y luna . lo natural hoy es cuántico . me hizo recordar a mi abuelita que manejaba 600 hectáreas de caña y siembras de hortaliza y café en tres fundos diferentes pero no muy distantes . los días de la semana eran repartidos , entre lo persona lo social , el pago de jornales que era los viernes y los demás días a comprar lo necesario para llevar . El reloj estaba en la mente y la noche era para descansar. Gracias por ese articulo tan real .

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